Observo fascinada el reflejo de lo que un día fue mi sueño. Está deformado y demacrado, como si jamás lo hubiera cuidado.
Pero si tengo que ser sincera, nunca consideré ese sueño posible; por lo que lo dejé marchitarse cual flor sin agua; cual fantasía sin inspiración.
Toco la superficie que nos separa; es fría e inhumana. Y pensar que antes me sustentaba con él... ¿qué me está pasando? La ilusión es un mero recuerdo en color sepia, los juegos han sido sustituidos por cafés a deshoras y las tonterías por charlas de futuro. ¿De veras esto es madurar? ¿No estoy dejando morir aquello que me hacía feliz?
Mis esperanzas son pequeños acorazados dispuestos a recibir cualquier golpe y para que negarlo, para caer por un precipio sin fin; el fracaso.
Porque en estos momentos de incompresión personal; lo único que necesito es un poco de papel y escribir estas líneas. Ya que de una manera u de otra, mejor o peor; consigo aliviar el peso de mi corazón.